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Los jóvenes

¿EL TRAUMA DE EMIGRAR?

Diana llevaba dos años buscando trabajo sin éxito, dependiendo económicamente de sus padres, con quienes volvió a vivir al acabar la carrera. Se encontraba desmotivada, desilusionada y frustrada. “Estaba harta de un país que prefiere rescatar a empresarios que a los jóvenes, que son su futuro”. Se fue a Francia, donde trabaja como fisioterapeuta con un contrato fijo. “Tengo más derechos en un país donde soy extranjera que en el mío propio”.

Son declaraciones amargas, que se dicen con una mezcla de melancolía y rabia. Por muchas propuestas de mejora, promesas electorales y anuncios que hagan los políticos, los jóvenes, tanto los que se quedan como los que se han ido, se ven cada vez menos representados por el sistema y más distanciados de una clase política prácticamente ajena a los problemas reales.


         A Carles le parece muy bien que digan no a los recortes, que pidan que se promueva la sanidad pública y los servicios sociales, pero se pregunta cuándo van a pasar del verbo a la acción. “Se han dedicado a construir barbaridades e invertir en pan y circo mientras la gente se queda en la calle. Ahora hay que pagar sus caprichos y ¿qué hacen? ¿Se bajan los sueldos? No, recortan en educación, en sanidad, echan a la gente de su casa y a los que no tenemos casa, nos echan del país”. Carles es técnico de laboratorio de diagnóstico clínico, pero las oposiciones salen ahora cada seis o siete años, con lo que no hay un futuro posible para él en España en años.


          Ana querría creer que es posible volver a España y renovar con su juventud el mercado laboral, que podría disfrutar de subvenciones, pero cree que los políticos “no escuchan, solo se preocupan de sus problemas internos, y aunque estemos saliendo a la calle y luchemos por nuestros derechos […] al final España te deja la sensación de tirar la toalla, no hay esperanza”. Trabajó para un estudio de arquitectura que se nutría de becarios sin salario, prometiendo un futuro puesto de trabajo que nunca llegaba.

 

          Diego, que se fue a Seúl con una beca internacional y se quedó allí a trabajar, dice que perdió “la confianza en los partidos políticos”, que “habría que crear planes de crecimiento e incentivar el consumo”, pero no cree que los políticos vayan a hacerlo. Diego cobraba comobecario en Madrid menos de lo que pagaba de alquiler, una situación común a muchos jóvenes, obviamente insostenible. En Corea cuenta con dos empleos a jornada parcial y los precios del alquiler son más baratos que en España.


          Juan se fue a Bruselas con su novia, aquí en España no encontraba trabajo y en Bélgica se colocó inmediatamente en una empresa de instalación de energías renovables y fue ascendido poco después. El paro juvenil pues, se ve como un problema ya endémico y estructural de la sociedad española en el que las medidas poco pueden hacer. “En España nunca confiarían en ti a ese nivel, siendo tan joven y dándote tantos cargos y un buen salario”, comenta su novia, Victoria, que se fue con una beca Erasmus y ha decidido quedarse allí.

       Y es que cada vez son más jóvenes los que deciden quedarse: Nora, estudiante de Periodismo de tan solo 21 años, se fue a Utrecht con otra beca Erasmus y ahora busca una oportunidad allí. Muchos de los jóvenes aprovechan una beca para dar el primer paso al extranjero ya que es dificil instalarse ahí si no se tienen unos ahorros previos o el apoyo económico de la familia. Además, eso les ayuda a tener un sustento hasta que consiguen adaptarse, aprender el idioma o encontrar un empleo.


          Todos coinciden en que desde el extranjero no aportan nada al progreso de la sociedad española y que la inversión que se ha hecho en ellos se pierde. Pero no sienten que esa sea su responsabilidad. “A mí me hubiera encantado quedarme en España, pero el país no me permite realizarme y allí todo es desencanto”, dice Ana. Tener formación superior y quedarse en España significa ser un prisionero de las circunstancias del país, ser un lastre para las familias, que muchas veces tienen que añadir a sus problemas el paro de los propios padres, y ser un individuo improductivo.


       La emigración de los jóvenes es cada vez un tema más candente, las cifras siguen ascendiendo mes a mes y desde los medios y la política se han oído voces de muy diversas posiciones al respecto. Desde el Gobierno, se ha insistido en que no es ningún trauma tener que vivir en el extranjero, que es una oportunidad y que ya se hizo en el pasado. Y los jóvenes están de acuerdo con ello, tienen formación y conocimientos de sobra para desenvolverse más allá de nuestras fronteras y ello no les supone ningún problema interno, enriquece su currículo y les proporciona mejores empleos, pero si los políticos creen que el problema es ese, es que no han entendido nada.


          El trauma no es vivir en el extranjero, el trauma es la impotencia de tener que irse fuera y ver desde allí como los responsables no hacen nada por resolver la que está cayendo.

Antes de partir, los jóvenes necesitan unos ahorros

o recurrir a becas para establecerse. | C. Casas

Los jóvenes consideran que son forzados a

abandonar el país hacia un futuro incierto| C. Casas

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